
Por:
Francisco Diez Canseco
Analista
En esta temporada de buenos circos –que felizmente aún no concluye–, la ignorancia y corrupción de un buen número de sus integrantes, con honrosas y visibles excepciones, han convertido al Congreso de la República en un circo, de esos que precisamente vienen para celebrar el Día de la Patria.
En este circo legislativo se aprueban leyes con nombre propio para proteger a personajes impresentables que, de esta manera, se libran de una serie de juicios penales por prescripción y uno de ellos obtiene, como premio por sus acrobacias legales, nada menos que la presidencia de la institución. Ni en el afamado mundialmente Cirque du Soleil hemos visto un espectáculo de esta naturaleza con el acróbata aferrándose de la presidencia a como dé lugar, pese a que le siguen lloviendo denuncias de otros circos anteriores.
Se expide una ley para reponer a alrededor de 14,000 pseudoprofesores cuyo origen es el siguiente: en el 2014, venció el plazo que tuvieron 14,863 profesores no titulados para regularizar su situación, previo el examen correspondiente. Sólo 5,315 dieron la prueba y, oh sorpresa, 546 la aprobaron. Los demás, o sea 9,548 “profesores”, no se presentaron.
Todos ellos, los jalados y los que no se presentaron, han sido beneficiados con nombramiento exprés a través de la norma de marras, defendida a capa y espada por una congresista que se autoproclama como una gran maestra y que se ufana de serlo –ella misma lo hace–, pese a que se la han jalado 7 veces en las pruebas magisteriales. Esta sí es una payasada a prueba de balas.
A través de una mayoría, cuyo tufo a contubernio es incontrovertible, el Congreso, convertido en circo, elige como Defensor del Pueblo a un personaje que ha sido abogado y se encuentra estrechamente vinculado con un político condenado por corrupción por la Corte Suprema y, para ello, blinda a 4 llamados “Niños” que más bien pertenecen a la fauna corrupta de chacales que, en general, no se presenta en otros espectáculos de esta naturaleza por tratarse de animales taimados y carroñeros.
Todo lo cual podría tomarse a la broma, pero, en verdad, constituye una tragedia para el Perú, en un escenario de desgobierno, pérdida del principio de autoridad, corrupción, impunidad, oportunismo, improvisación y, ciertamente, ignorancia e irresponsabilidad.
Necesitamos con urgencia terminar con este Congreso y concluir con un gobierno que cree que puede conducir al país por las horcas caudinas de la incapacidad de gestión, con crecientes visos de corrupción.
No merecemos ni lo uno ni lo otro.
(*) Presidente de Perú Acción
Presidente del Consejo por la Paz