
Escribe:
Fernando Arce Alvarado
Parlamentario Andino
América Latina en el ámbito electoral se ha caracterizado por vivir ciclos de gobiernos con una lógica pendular, la historia reciente latinoamericana nos permite evidenciar gobiernos militares durante la década de los 60 y 70; gobiernos de derecha de corte neoliberal hasta iniciado este nuevo siglo; posteriormente gobiernos neo socialistas que parece ser comienzan a cerrar un ciclo. Lo cierto es que ni unos ni otros han podido resolver problemas de inclusión social, generación de empleo, niveles de pobreza, seguridad ciudadana ni de fortalecimiento de los aparatos productivos; todo ello enmarcado en problemas mayúsculos de corrupción a todos los niveles de gobierno independientemente de su ideología.
Lo descrito es el mejor caldo de cultivo para que surjan nuevos liderazgos que sin demasiado esfuerzo, pateen el tablero electoral, manifiesten su total aversión al gobierno de turno y de ese modo, saquen provecho del rechazo de la gente a la clase política tradicional, ganen empatías y generen capital político, más por desmérito ajeno que mérito propio.
Las recientes elecciones primarias en Argentina parecen evidenciar lo señalado. La irrupción del “fenómeno Milei”, que capitaliza el hartazgo de la población, una hiperinflación descontrolada de casi el 20 % mensual, corrupción generalizada y elevados niveles de pobreza cercanos al 50% de la población, hacen entendible la actual coyuntura electoral argentina. No es Milei quien gana, es más bien la crisis de ideologías, sean de izquierda o de derecha las que han perdido credibilidad.
¿Qué sucederá en octubre en las elecciones argentinas? Más allá de la natural dificultad de hacer futurología política, lo trascendente es que la gente no está dispuesta a votar por “los de siempre” ni por ideologías. Si Milei quiere mantener las preferencias electorales a su favor debe mantenerse alejado de toda la clase política.
Este contexto político es también aplicable a los demás países del hemisferio latinoamericano, el espacio está dado para todos aquellos líderes que tengan la visión de leer lo obvio, no a la casta política en general y una propuesta política desideologizada que impulse plataformas ciudadanas cuya legitimidad se traduzca en genuinas demandas con un profundo respeto al Estado de Derecho.
En otros términos, el candidato que comprenda que la democracia representativa ya no motiva a la gente porque no se siente representada por ningún candidato ni partido político y entienda que el mejor y único camino es construir un partido político “anti-partidos”, que le ceda la palabra y el protagonismo a la gente y entienda que llegó el momento de proponer una democracia deliberativa, tendrá el terreno abonado para ganar una elección.
Ese es aparentemente el camino que está siguiendo Milei, patear el tablero y chocar con toda la partidocracia en Argentina, ahora lo que debe hacer es escuchar a la gente, con mayor atención y construir su Plan de Gobierno con la gente y para la gente, lo que obliga a comprender al candidato a cabalidad cómo se construye un partido cimentado en plataformas ciudadanas.
La magnitud del reto es monumental, hay muchos grupos económicos y políticos que no tienen un verdadero interés en el País y solo priorizan sus intereses personales y particulares. Como dicen los seguidores de Milei “la casta tiene miedo”, pero ni duda cabe que no se quedarán de brazos cruzados. Estaremos atentos a los episodios que vienen.