Liderazgo y coronavirus
Escribe:
Herberth Cuba García
El objetivo estratégico es evitar el contagio masivo
El mundo necesita tiempo para combatir el nuevo coronavirus, o Covid-19. Las razones son obvias: mejorar la infraestructura y la capacidad de respuesta sanitaria, encontrar algún medicamento eficaz y producir la vacuna. Sin embargo, el virus tiene tres aspectos que no dan tregua: que aún no está bien conocido, la facilidad del contagio y la mortalidad. Desde enero hasta la fecha se han contagiado mas de 117,000 personas y las muertes ascienden a más de 4,000 en 113 países.
El drama del Covid-19 es que ocurran infecciones masivas y simultáneas, cuyo resultado sea que las poblaciones vulnerables –los adultos mayores, los enfermos crónicos, las personas con bajas defensas inmunológicas, entre otros– adquieran formas más graves de la enfermedad y necesiten atención hospitalaria en unidades de cuidados intensivos. Es cierto, que la población no vulnerable podría hacer frente con menor o casi nula ayuda hospitalaria. Los porcentajes que se han extrapolado a raíz de la experiencia de Wuhan en China, en momentos que había alrededor de 80,000 casos es más o menos la siguiente: 80% sin síntomas o molestias leves, 15% con molestias tipo resfrío severo y 5% casos graves, que requieren hospitalización en unidades especiales de cuidados mayores.
Estos porcentajes han sido puestos en tela de juicio por la experiencia italiana, donde hoy en día hay 631 muertos frente a 10,149 infectados; es decir, una mortalidad del 6.2%. Como se puede observar, las cifra del 5% de graves según el estudio de Wuhan, ha sido sobrepasada. Es obvio que los futuros estudios ofrecerán otros resultados, debidos a un mayor número de casos, a otras distribuciones geográficas y a distintas respuestas sanitarias. Por ejemplo, las cifras de Francia son 1,784 casos con 33 fallecidos y una mortalidad de 1.8%, y las de Alemania son de 1,224 casos, con 2 fallecidos; es decir, una mortalidad de 0.16%. Si bien es cierto, que las cifras son aun pequeñas en estos últimos países, como para extrapolar el comportamiento futuro, es obvio que demuestran que las acciones de gobierno y la respuesta sanitaria son importantes.
Y ¿cuál es el secreto? Impedir el contagio masivo y simultáneo con la finalidad de mantener una capacidad de respuesta hospitalaria y sanitaria para la población vulnerable y grave. Por ejemplo, si seguimos con la lógica de Wuhan, si se produjeran al mismo tiempo 1,000 casos en Lima, es probable que tengamos un 5% de graves que requieran hospitalización en cuidados intensivos; es decir, necesitaríamos 50 camas de este tipo. Pero además los pacientes las ocuparían por días o semanas, en función de la gravedad de cada caso, situación que impediría que ocupen estas camas nuevos pacientes. Lima no tiene esa capacidad de respuesta; y si la tuviese, se agotaría en breve plazo. La experiencia italiana es aleccionadora. Ante la escasez de camas y ventiladores en las unidades de cuidados intensivos, los profesionales de la salud se han visto obligados a decidir a quienes dar o quitar los escasos recursos.
Ahora, pasemos revista a lo que podría ocurrir en el interior del Perú. El gobierno debe diferenciar dos líneas estratégicas generales: al mas alto nivel del Estado y la respuesta sanitaria. El objetivo estratégico del Estado de impedir el ingreso del virus al Perú, si bien aún es vigente, ha sido sobrepasado y ahora está en un segundo plano. En esta circunstancia, el nuevo objetivo estratégico debe ser evitar el contagio masivo y simultáneo. Este objetivo general debe guiar todas las acciones de gobierno, desde cada uno de los ministerios, las dependencias públicas, los gobiernos regionales, las municipalidades y la sociedad en su conjunto. Es imposible cumplir con este objetivo solo con las acciones del gobierno. El presidente debe liderar una gran alianza, cuyos participantes depongan las ambiciones políticas y partidarias. Es necesario ganar tiempo para salvar vidas humanas.
10 de marzo del 2020
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