
Escribe:
Angel Delgado Silva
Apenas un año. Y ya no caben dudas acerca de las peores aprensiones, que nos sobrecogían entonces. En ese breve lapso, el régimen castillista ha condensado las terribles lacras del patrimonialismo y la corrupción, que tiñeron el azaroso derrotero republicano, denunciado por Jorge Basadre. En efecto, la tarea de gobierno y la gestión de los servicios públicos, aparecen sometidos a la lógica del compadrazgo, el paisanaje y las vinculaciones de parentesco, nada más ajeno a la racionalidad administrativa moderna, exigida por Weber al condenar a los viejos estados patrimoniales. Y esto lleva a lo segundo, a la visión corrupta que percibe la hacienda pública, como un botín a repartir.
La llegada de las huestes de Castillo al gobierno del Perú, acusa una ironía crudelísima. Es la coexistencia indignante de una obvia incapacidad gubernativa para resolver los problemas del país, con una precoz habilidad para copar los organismos del Estado, donde esquilmar sus recursos, sin disimulo alguno. Muy pronto fueron olvidadas las banderas radicales y los discursos maximalistas que aterraban a la población y hundían los mercados. Hoy son tan solo trapos sucios y raídos, con los que intentan limpiar, sin éxito, las huellas del latrocinio regado por doquier.
Técnicamente ya no cabe tipificar al castillismo con categorías políticas. Poco importa si fue de izquierda y ahora neoliberal, como imputa Cerrón. Ello es irrelevante ante la contundencia del inepto y maleante. La política ha cedido frente la criminología. Y las actuaciones de Castillo deben ser evaluadas con el Código Penal; no desde el análisis ideológico. Sus medidas son delitos disfrazados de formalidades de gobierno.
¿Cómo acabar con la pesadilla sabiendo la complicidad de una parte del Congreso, que imposibilita la vacancia presidencial, de inmediato?. Por cierto, la investigación fiscal hará lo suyo pero, al margen de la inmunidades del Presidente, tiene un ritmo muy distinto al tiempo político. Entonces ¿qué hacer?. Considero que la debilidad principal de los asaltantes del Gobierno, radica en su falta de lealtad y cohesión entre ellos. Por ello, los cómplices investigados son rápidos de lengua y ofrecen pruebas. En ese sentido, los audios de Samir Villaverde son definitivos. Falta que la Fiscalía le otorgue los beneficios de la colaboración, para se descubra al “cabecilla de la organización criminal”, como dice el Ministerio Público.
Mientras tanto se viene calentando la calle. La crisis irresoluta aflige como nunca a los peruanos y estamos ad portas de gigantescas movilizaciones populares. Cuando las mentiras de Castillo no puedan ocultar la realidad y aparezca con “las manos en la masa”, el malestar social incubado se transformará en un iracundo movimiento que pondrá fin a la agonía.