Escribe: Sigifredo Orbegoso Venegas
Corrían los días de diciembre de 1955.La dictadura de Odría iba llegando a su fin. El largo período de persecución al partido Aprista y Comunista seguía. Continuaba en la todopoderosa Dirección de Gobierno el siniestro Alejandro Esparza Zañartu quien no paraba de enviar a El Frontón a muchos dirigentes políticos y, a otros, al exilio. Para las Universidades del país el problema seguía sombrío. Desde el 52 ellas se encontraban decapitadas: todos los dirigentes de las Federaciones si no estaban presos estaban en el exilio. LUIS DE LA PUENTE U. presidente de la Asociación Universitaria de Trujillo UNT fue deportado a México.
En la Universidad, a la que ingresé en 1951, solo podíamos hacer actividades culturales. Me matriculé en la Facultad de Derecho en donde estudiaba con HUMBERTO CARRANZA PIEDRA, quien era ya profesor de secundaria y había sido dirigente Gremial en Chiclayo, aprista destacado, pero que en Trujillo no conocía a los «compañeros». Pese a las diferencias de edad, con él entablamos una sincera amistad, de suerte que un día cercana a la fecha al comienzo señalada, me confía haber estado en Lima en donde había hablado con JORGE IDIÁQUEZ, conocido secretario de Haya de la Torre, quien le había dado una Directiva de el Comando Nacional del PAP con facultades para reorganizar el Partido (En copia a máquina que aun conservo) Y me pide mi opinión en el sentido si lo podía ayudar para tal fin.
Yo le contesto que por razones de mi corta edad no había tenido ninguna actividad política previa, pero que consideraba que conocía a alguien idóneo para tal fin. En efecto yo era muy amigo por haber estudiado con él en San Juan, con el hijo de Don JUAN NORIEGA, un viejo militante aprista quien había sido concejal cuando fue alcalde de Trujillo, Don MANUEL DELFÍN MAGOT, en 1945, y en cuya casa había estado escondido el líder CARLOS MANUEL COX. Humberto estuvo de acuerdo. Entonces hablé con Don Juan – a cuya casa frecuentaba – y este concertó una cita con Don Manuel Delfín.
Y aquí comienza mi verdadera y temprana experiencia política que luego abarcaría gran parte de mi juventud. El día que fijaron para la CITA CLANDESTINA fue nada menos que el 24 de diciembre de 1955. La hora: 11 de la noche. Es decir iba a ser en Plena Noche Buena. Todos estarían degustando su panetón con pavo y chocolate caliente – incluso los temidos
«soplones» – mientras nosotros en algún lugar secreto que ignoraba estaríamos tramando como REORGANIZAR EL PARTIDO que se encontraba en muy mal estado luego de la Revolución aprista fallida de 1948 y la triunfante de ODRÍA de mismo año.
El lugar donde nos recogerían rompía también con el sentido común: no sería una callejuela obscura; no, sería nada menos que en el mismo centro de la ciudad, en la PLAZUELA IQUITOS, en el cruce de las calles Bolívar con Gamarra. A la hora convenida y confundidos entre el público bullicioso que comparan a los ambulantes juguetes, champán y panetones, Humberto y yo nos ubicamos en la acera convenida. Pronto una camionetita cerrada que era, creo, de marca SIMCA, con toda la apariencia de una gran caja de fósforos rodante, se estacionó frente nosotros. Automáticamente se abrió la puerta posterior y nosotros subimos también automáticamente. La camionetita se abrió paso entre la gente y enfiló por Gamarra fuera de la ciudad que entonces terminaba por la calle Zela.
En el claroscuro del vehículo, pude distinguir a 4 personas fuera del conductor que era Don Manuel Delfín. Una de ellas era, sin duda, Don JUVENAL ÑIQUE. Los otros, luego lo sabríamos, eran LEÓNIDAS CRUZADO QUIRÓZ, dirigente Sindical, JUAN YENGLE RODRÍGUEZ, y un petardista de confianza ROQUE YÉPEZ DÍAZ.
Luego de largos minutos y de atravesar cañaverales, llegamos a una Casa Hacienda abandonada del fundo de Don Manuel Delfín. Alumbrados por lámparas de kerosene y de las presentaciones correspondientes, Humberto inició el Informe y leyó la Directiva. Después de discutir algunas horas retornamos a la ciudad. Era el amanecer del 25 de Diciembre. El Niño Dios ya había nacido. Y para nosotros una esperanza. De los 7 de esa Nochebuena, sin familia, sin panetón ni chocolate, solo yo quedo para contarlo, todavía…
Esa fue la célula inicial de donde comenzó la reorganización del Partido. Luego me vería con Don Juvenal en diversas actividades; pero mi trabajo igual de inolvidable, lo realicé con Don CARMELO LACUNZA, quien fue Secretario de Organización del Comité Departamental y yo Subsecretario. Nuestra principal tarea fue la de organizar las Haciendas Azucareras, también en clandestinidad. Pero este es otro capítulo. Hoy mi HOMENAJE PÓSTUMO QUIERO HACERLO A DON JUVENAL QUE CON SU EJEMPLO DE VALOR, CONSECUENCIA Y HONESTIDAD, ME ENSEÑÓ EN MIS PRIMEROS PASOS A LUCHAR SIN CONCESIONES POR EL PUEBLO. NO IMPORTA SI HAY QUIENES NO APRENDIERON. O SE VENDIERON.