DÍA INTERNACIONAL DE LA MUJER/ “Choñita” el hada de los niños del ande

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  • Pese a su discapacidad congénita y escasa estatura  vive feliz en la “Sucursal del Cielo”

Manuel Rodríguez Romero

PERIODISTA

manuelbrr@hotmail.com

 En un lejano y olvidado rincón de la sierra de La Libertad, que los lugareños llaman “sucursal del cielo”, que por su paisaje parece un paraíso, vive su propio mundo una humilde mujer con alma y corazón de niña, que  nació hace 41 años. Su estatura apenas alcanza  el metro  con 25 centímetros.

Pese a su discapacidad congénita y a un accidente sufrido  años después, que le malogró la cadera y le impide caminar, se siente útil a su familia y a su pueblo. Siente singular amor por los niños, con quienes juega, les da consejos y les ayuda hacer las tareas de la escuela.

Huaranchal, tiene poco más de cinco mil habitantes. Es un edén, enclavado entre cerros y vegetación. Posee un benigno clima y un cielo celeste límpido, al que se atreven cruzar tímidamente algunas copiosas y blanquizcas nubes.

Muy cerca del pueblito están  las medicinales aguas termales que descubrió Antonio Raimondi. Los abundantes y frondosos árboles frutales que hay, es gracias al clima que tiene por estar ubicado a 2,100 msnm, en Alto Chicama. Al pie del misterioso Higuerón brota agua “encantada”, que quién la toma se queda para siempre en el lugar, según la tradición.

Huaranchal fue creado como distrito por ley del 17 de diciembre de 1866, cuatro años después de la creación de la provincia de Otuzco. Muy cerca de ahí está la famosa ex hacienda Chuquizongo, cuna del prócer de la independencia Luis José de Orbegoso y Moncada,  presidente constitucional del Perú en 1833.

El drama de los huaranchalinos es la falta de una carretera asfaltada, situación que los mantiene en la extrema pobreza. El actual gobierno regional está mejorando la vía con mortero asfáltico, que impulsará el turismo, el intercambio comercial y la minería no metálica.

Karina Rodríguez , directora de RIMLA- La Libertad y docente de Comunicaciones, editó este vídeo sobre «Choñita».

En este recóndito lugar encontré a “Choñita”, una joven convertida en símbolo, a quién todos la quieren, consideran y estiman, por la inmensa bondad que brota de su corazón. Es ejemplo de amor y de perseverancia por la vida.

“Chonita” recibe en su casita de adobe a más de una veintena de niños cada día. Llegan para que les ayude  hacer sus trabajos escolares, dibujar, tejer, coser y maquetas literarias. Su sueño fue ser maestra de Inicial. Es muy querendona con los niños, por eso siempre la rodean. Su limitación no la impide estar con ellos; voluntad no le falta.

“Me encantan los niños, por eso los quiero mucho  y les aconsejo que sean buenos, que cumplan sus tareas”, declara muy feliz  Sonia Elisabet Rodríguez Valdez, nombre de pila que le pusieron sus padres Eulogio y Olga al nacer el 25 de febrero de 1981.

“Choñita” nació con una malformación congénita que afectó su espalda y extremidades inferiores. No se amilana ser como es. Pese a su discapacidad hace muchas cosas. Se siente satisfecha de apoyar a los demás, sobre todo a los niños. “Me da felicidad estar con ellos”, refiere.

Sus primeros pasos los dio con mucha dificultad a los cuatro años. Lo hizo apoyada de su hermanito menor de un año. “Los dos nos apoyamos y salimos a la calle. Logramos caminar una cuadra juntos”, relata.

No disfrutó su niñez por asumir quehaceres del hogar. Su madre enferma tenía que trabajar. Sin embargo, recuerda que pasó momentos bonitos en primaria y  secundaria. Estudió con mucho esfuerzo y dedicación, gracias a sus humildes padres y maestros.

En su mente se traslada a la huerta familiar La Tuna  para contar que  su padre metía a ella y a su hermanito a ambos lados de una alforja que cargaba. A veces la alforja iba sobre  el caballo. A los 9 años jugaba vóley, rayuelo, trompo y bolitas. Su economía era precaria.

“Me acuerdo la caída del profesor, en un paseo, a las aguas termales. Todos nos reímos. También la pasábamos linda en la huerta de mi compañero Jairo. En ese entonces conocí a mi nueva maestra, de quien aprendí muchas cosas, como confeccionar faldas y camisas. Para la fiesta de promoción confeccionamos nuestros trajes. Quedaron  hermosos, a pesar de no tener experiencia”.

Con nostalgia revela que su primaria la terminó en 1993; y en 1994 dejó de estudiar porque su madre agravó  y tuvo que ser llevada a Lima. “Tenía que cuidar a mi hermanita de 4 años, lavar y cocinar para mis otros hermanos. Me sentía triste porque no veía a mis amigos”.

Al año siguiente “Choñita” regresó al colegio y fue grande su sorpresa porque encontró a algunos de sus compañeros de primaria que habían repetido y se sintió feliz. No iba a estar sola. “Me reencontré con mis amigos de infancia: Marilín, Ceci, Kari, Jonny, Antonio, Miguel y mi mejor amiga Rosita, a quienes los llevo en mi corazón”.

Le gusta la justicia, la solidaridad, la sinceridad; y rechaza el abuso. Por entonces era traviesa y juguetona. Nunca faltó el respeto a nadie. Era muy querida por sus maestros y compañeros, por compartir sus libros, material de estudios, y ayudaba en las tareas a los niños.

Sintió enorme tristeza cuando su tutor Jorge Díaz Vargas fue cambiado. “Le teníamos mucho  cariño. Era como un padre. Nos reunimos en el campo deportivo alrededor de él, recordando lo vivido. El profesor recomendó a mis compañeros cuidar de mí. Era su alumna consentida; era como su hija”.

“Choñita” se siente triste por no poder caminar, depende de alguien para hacerlo. Es difícil que se desplace. Vive con sus padres y hermanos.  Ayuda en algunas cosas y sobre todo dedica su tiempo a tejer, confeccionar manualidades en material diverso, a dibujar, hacer peinados, entre otras cosas. Enseña y apoya a los niños – que lo visitan- hacer sus tareas. “Lo hago con mucho cariño. Mi mundo y mi vida son los niños”.

No se siente fracasada y quiere una computadora para plasmar sus trabajos y logros. “No quiero ser menos que los demás. Sí puedo hacer cosas.  Dios me ayuda y me concede alegría y felicidad. Siento felicidad porque mi familia y todos me quieran”.

Su sueño es tener un taller para enseñar (lo que sabe)  a los niños de su pueblo, para que “ellos sean otra cosa en el futuro”. Ayúdenla hacerlo realidad.

 

Manuel Rodríguez



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