
Por:
Manuel Rodríguez Romero
Periodista
En estos días observamos pasmados, como la desintegración moral se acrecienta en los altos estamentos gubernamentales -y en todo nivel-, sobre todo en organismos que tienen que ver con la justicia, en donde resulta que ésta se vende y se compra. Este fenómeno no es de ahora, pero ha llegado a niveles de escándalo.
La corrupción en el Ejecutivo, en el Congreso, también se da en el Poder Judicial y en el Ministerio Público, que se cree son organismos que velan por la correcta administración de justicia. El Perú es “un organismo enfermo: donde se aplica el dedo brota pus”, decía Manuel González Prada.
La verdad que es indignante lo que está ocurriendo en el Perú. Que una fiscal de la nación esté involucrada en un negociado de votos para hacer lo que quiere en el Ministerio Público, enfilar sus baterías a los enemigos de quienes la apoyan y a quiénes le incomodan, y dar “soga larga” a sus amigos o allegados, es inaudito.
En esta crisis de poder no hay causas ideológicas, menos decir que hay un enfrentamiento entre caviares y rojos o rojos versus derecha. No. Se trata de una repartija de poder, para controlar el Estado, para alcanzar sus intereses personales o de grupo. Eso es todo, mientras el pueblo adormecido solo atina a mirar y es impotente para salir del atolladero, golpeado además duramente por la crisis económica.
Publicado en Diario La Industria el 30/NOV./2023
Los escándalos están causando, desde hace mucho tiempo, una degradación de la sociedad peruana, que pierde cada vez más sus valores y principios, debido a una desfasada clase política, que ha perdido la óptica de que la política es el arte de gobernar con el consentimiento del pueblo.
Y lo peor. La desintegración moral esta depredando la conciencia de los jóvenes, que han perdido casi todo interés por participar en política. Casi no hay jóvenes que quieran ser políticos. En las universidades, que eran antes canteras de líderes, no hay mayor ánimo para el debate de ideas en bien del desarrollo. Y no quieren surgir como políticos, porque los políticos de ahora han echado por la borda la filosofía de la política. El futuro del país por esto es incierto, es como un barco a la deriva en plena turbulencia.
¿Qué nos queda para el futuro?. Es la gran interrogante para el debate.