MADRID EN SU HORA CERO
Por Domingo Varas Loli
Caminar por la Puerta del sol, la Gran Vía, Alcalá o el parque del Retiro, los principales atractivos turísticos de Madrid, se ha convertido en un acto temerario para propios y extraños. Desde que despuntan los tímidos brillos solares y uno enciende la radio, la televisión, compra un periódico o charla con alguien no se hace otra cosa que hablar del coronavirus. A diario se publican los partes de guerra contra esta pandemia global: el número de contagiados, de muertos y de dados de alta. Analistas y comentaristas comparecen en los medios para dar su versión e interpretación de los hechos. Y a pesar de tanta tinta gastada los ciudadanos de a pie no logran conjurar sus temores e incertidumbres, materiales inflamables que pueden generar una sicosis colectiva.
Las epidemias no son un fenómeno desconocido en Europa. La denominada peste negra a mediados del siglo XIV, la viruela en diversos episodios recurrentes. la gripe española, entre otras epidemias han asolado este continente ocasionando hecatombes que sumaban millones de muertes. Solo basta señalar que la peste negra arrasó con un tercio de la población europea y la gripe española ocasionó 300 millones de muertes, más víctimas que las dos guerras mundiales del siglo XX.
¿De dónde provienen, entonces, esta percepción apocalíptica, las visiones catastrofistas y las teorías conspirativas que pugnan en los debates públicos para explicar la índole y magnitud de esta pandemia? El desconocimiento sobre la etiología, la terapia que demanda esta patología y la falta de una vacuna para combatirla son, qué duda cabe, combustibles que inflaman aún más el imaginario colectivo. Alemania y el Reino Unido están afrontando la lucha contra esta pandemia con otra estrategia que no incluye el autoconfinamiento; parten de la tesis de que es inexorable la propagación del virus (Angela Merkel ha declarado con su cara de palo que por lo menos el setenta por ciento de alemanes lo contraerá de todas maneras) y que la atención sanitaria se tiene que prestar a ese cinco por ciento de la población vulnerable que requiere hospitalización y cuidados médicos.
Ninguno de los extremos es saludable. Ni la reacción virulenta que ve en este fenómeno una de las señales del fin del mundo, tampoco la actitud impasible ni autocomplaciente que resta importancia a esta epidemia. Intoxicado por el consumo de los medios periodísticos españoles que van desde radio Cope, diversas estaciones televisivas y el diario El País he llegado a la conclusión que las múltiples posiciones van desde los escépticos hasta los más pesimistas que ven en este fenómeno hasta el retorno del medioevo.
Entre los más conspicuos representantes de la primera perspectiva están la escritora y periodista Rosa Montero, quien en su artículo Lo que llamamos vida de su columna Maneras de vivir, tras recordar que Stephen Hawking afirmaba que la humanidad no va a desaparecer por el impacto de un asteroide, sino por un virus, especula con la versión de que el temor al contagio que ha hecho cundir el miedo ha sido avivado por los ingentes intereses económicos de los grandes laboratorios farmacéuticos.
Mario Vargas Llosa, por su parte, entrevé en la pandemia global del coronavirus poco menos que un fantasma de la Edad Media. A la luz de los estragos registrados, sin embargo, esta pandemia no es ni un pálido reflejo de los holocaustos del pasado. En su artículo titulado ¿Regreso al medioevo?, por lo demás, el autor de La guerra del fin del mundo comete un monumental yerro al afirmar que Chernobyl fue una epidemia cuando en realidad se trató de un accidente nuclear:
“Así como en Chernóbil se perdió mucho tiempo en encontrar una vacuna. Solo se reconoció la aparición de la plaga cuando esta ya se expandía” (El País, 15 de marzo del 2020).
Lo que nadie pone en duda son los efectos económicos devastadores que tendrá el coronavirus. Analistas económicos han pronosticado que sus efectos serán equivalentes a la crisis financiera del 2008 y hasta un osado la ha comparado con el asesinato del archiduque de Austria Federico I que dio origen a la Primera Guerra Mundial. En relación con este tópico también se ha comenzado a especular con la crisis y fin del capitalismo hasta la adopción de medidas para salvaguardar este modelo económico que hasta la actualidad ha demostrado gozar de muchas vidas.
Entretanto a los ciudadanos de a pie no nos queda más que acatar a pie juntillas las disposiciones gubernamentales adoptadas por la ley de emergencia. De un día para el otro Madrid se ha convertido en un campo de Agramante. Mientras se conjuran los riesgos de la pandemia y Madrid recobra su semblante de ciudad hospitalaria, afable e inclusiva -en la que conviven armónicamente ciudadanos de diversos orígenes étnicos, raciales, culturales- solo nos queda sumergirnos en el territorio inasible y consolador de la ficción literaria.
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