Escribe: Blasco Bazán Vera
Soy un hombre afortunado porque conocí hombres de liderazgo y no desperdicié su contagio, pues supe descubrir el secreto de su superioridad; uno de esos hombres fue Víctor Raíl Haya de la Torre.
Su espontaneidad era contaminante y atraía como poseído de misteriosos poderes donde sobresalía su manifiesta Autoridad. Víctor Raúl, era un genio señorial, un monarca extraordinario, un león de ilustrado rugir.
Una pregunta que en la Escuela de Dirigentes apristas se le hizo a Víctor Raúl fue:
Compañero Jefe: ¿Creen los sabios en Dios?
Víctor Raúl respondió diciendo que igual pregunta hizo él a Alberto Einstein, cuando lo visitó en la universidad de Princeton. Narró que una vez vio al ilustre sabio en una sinagoga, pues era judío, tocando violín como ayuda a colectar fondos para asistencia social.
Cuando le indagó por sus creencias religiosas, Einstein contestó:
– A medida que estudiamos más, y sabemos más, se llega a la evidencia de que siempre hay algo más allá, que nos convence de la existencia de una inteligencia suprema, ordenadora, y esa inteligencia es Dios.
Presto volvieron a preguntarle a Víctor Raúl: ¿Qué es un político?
– Es el hombre, que actúa pensando en las próximas elecciones, respondió.
¿Y un estadista?
– Es el hombre que actúa pensando en las próximas generaciones, dijo.
Desde entonces, comprendí que ser aprista sería una tarea difícil de asumir, pero que ahora, me permite asimilar serenamente los vaivenes políticos partidarios del momento.
La fuerza del voto de ayer domingo 26 de enero del 2020, depuró al APRA. Ha separado a malos militantes y dirigentes consiguiendo lo que los apristas esperaban: Renacimiento de un APRA, sólido y fuerte, con militantes puros y sinceros que han hecho suyas las educadas enseñanzas de Víctor Raúl.
Esta dialéctica enseñanza tiene que ser escudriñada por los futuros políticos para que comprendan que si quieren tener un país próspero, antes que pensar en elecciones, piensen en las nuevas generaciones.
No olvidar que la política es Ciencia y no un negocio donde la gente se asocia para buscar puestos públicos y saquear los dineros fiscales. Escuché a Víctor Raúl decir la urgencia de irrigar la costa; eso me pareció una utopía, pero, años más tarde, se hizo Chavimochic y alabé la genial visión de Haya.
El APRA espera la llegada de nueva juventud a sus filas y le ofrece esperanza y dinamismo, estudio y superación, arrojo y discernimiento. Ser aprista es sinónimo de decencia por eso el APRA ofrece a la juventud adentrarse en el conocimiento real del espacio peruano para investigarlo acertadamente.
Repito, el APRA, con lo sucedido ayer, se ha depurado y han quedado militantes que ven que las ideas apristas se mantienen acorde a la doctrina y filosofía que la pregona.
No podemos entrar en ridículas polémicas que nos lleven a confundir expectativas. Somos un Partido de 98 años de edad que dentro de 4 años cumplirá su Centenario y vemos que sigue y seguirá latente y robusto gracias al empuje de su hermoso historial.