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Escribe:
Juan Sheput
La negación de la realidad es un mecanismo de defensa. Y era lógico que surgiera en cierto sector periodístico luego de haber contribuido, entusiastamente, a que un individuo de la calaña moral de Pedro Castillo llegara a la presidencia. Escuchar, ver los audios propalados por el programa Combutters de Willax Televisión era demasiado. Finalmente tuvieron que asumir la realidad, reconocer la validez de los audios y enfrentarse a la contundencia de una Fiscalía que, con aire notarial, informó que lo visto y oído era conforme.
Pedro Castillo está siendo investigado como el cabecilla de una organización criminal. Es la primera vez que un presidente (da vergüenza llamarlo así) es investigado por ello. Actitudes propias de un delincuente han primado desde que asumió el poder destacando la de poner sujetos ad-hoc, con antecedentes delincuenciales, sin nada de experiencia en el sector, a los que lo que más une es la voluntad de saquear al país. Esto, obviamente, ha colocado al Perú en el despeñadero, atravesando en estos momentos la peor crisis política y social de este siglo.
¿Pudo evitarse? Por supuesto. Si se hubiera tenido un Congreso con voluntad de ejercer el control político desde un primer momento se habría minimizado el accionar delictivo de sujetos como Castillo y sus ministros. Pero no sucedió así. Igualmente, desde un primer instante, el actual Congreso demostró que su interés no iba por la defensa de los sagrados intereses de la patria, ni tampoco por dar prioridad a la fiscalización, función clave en la separación de poderes, que es un rol clave que la Constitución le otorga, sino más bien en buscar la supervivencia de los parlamentarios en su cargo. El papel del Congreso ha llegado a niveles grotescos. A pesar de todas las evidencias hasta la fecha se opone a iniciar un proceso de vacancia presidencial con todas las de la ley, es decir que empiece por un acuerdo político que renueve la Mesa Directiva y también desplace del poder a Dina Boluarte, condenando así al deterioro en que se hunde nuestro país. Es tan claro el propósito del Congreso de evadir su responsabilidad que un personaje menor, pintoresco pero dañino, como el premier Aníbal Torres los desafía permanentemente sabiendo que encontrará como respuesta a un parlamento que se niega a censurarlo por temor a perder la rídícula “bala de plata”.
El Perú, luego de escuchar los audios que demuestran delincuencia y corrupción, no puede seguir así. Pedro Castillo no tiene autoridad ni genera respeto. Es un vulgar pillo que llegó al poder para beneficiarse corruptamente, él y la gavilla que lo acompaña. Se tiene que cortar esta situación. La Constitución tiene mecanismos para hacerlo. Pedro Castillo sabe que está con las horas contadas.