
Escribe:
Francisco Díez Canseco Távara
Analista
Concurrí por primera vez a un partido de fútbol en Chile, de la mano de mi padre político Manuel Seoane –en ese entonces desterrado en el país del sur– para ver el duelo de los campeones del Perú, Mariscal Sucre y de Chile, Colo Colo.
Después haber asistido y, sobre todo, visto tantos partidos ese, en especial, pese a los años transcurridos, lo tengo en la retina y en la memoria: Colo Colo ganó 10 a 1 y, si de algo careció el equipo nacional, más allá de técnica y de un fútbol moderno y de profundidad, fue de espíritu de lucha.
Lo cual no ocurrió hace algunos días en el partido con Brasil en el que un Paolo apropiadamente apellidado Guerrero dio el ejemplo, con sus treinta y nueve años a cuestas, batallando hasta el final en el que la selección demostró garra, arriesgó y se defendió frente a uno de los equipos más poderosos del mundo integrado por uno de los magos del balompié como Neymar que habilitó para la escuadra amarilla el gol de la victoria un minuto antes del pitazo final, siguiendo una vieja tradición: he visto a lo brasileños lograr tres goles en los cuatro minutos finales.
Es cierto que no se trata de festejar triunfos morales cuando de lo que se trata es de meter goles y ganar los partidos. Pero aquí no estoy aseverando semejante cosa: de lo que se trata es de preservar ese espíritu de lucha que tanto contribuyó a crear Gareca y que, más allá de la victoria o de la derrota –“usos de la guerra son vencer y ser vencidos”– deben servir como ejemplo a todos los peruanos y especialmente a las nuevas generaciones en un país hundido en una honda crisis social, económica y política como el nuestro.
Se requiere también un espíritu de renovación: el equipo nacional tiene aún muy buenos jugadores pero necesita sangre nueva que sin duda la hay pero tiene que ser tempranamente identificada y calificada para no perderla o que se vaya al extranjero, como ya ha ocurrido.
Lo mismo ocurre en la política en la cual es indispensable mantener y acrecentar el espíritu de lucha de quienes real y efectivamente trabajamos para consolidar una democracia amenazada por actores corruptos e ineptos y por enemigos que se aprovechan del sistema y de sus libertades fundamentales para propiciar su destrucción y llevarnos a las horcas caudinas del totalitarismo comunista.
Es indispensable un espíritu de renovación que incorpore a nuevos ciudadanos de todas las edades en esta actividad pública que se ha llenado de oportunistas y sinvergüenzas porque los otros, los que trabajan, no quieren ensuciarse las manos sin percibir que esa actitud los perjudica directamente.
(*) Presidente de Perú Acción
Presidente del Consejo por la Paz