CRÓNICA/ Recuerdos del expresidente Fernando Belaúnde a los 20 años de su muerte

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Escribe:

Manuel Rodríguez Romero

Periodista Colegiado

Conocí muy de cerca y dialogué con el ex presidente Fernando Belaúnde, cuando el 3 de octubre de 1983 viajaba en el barco de la armada peruana “Independencia”, de Chimbote a Salaverry, luego de la inauguración del complejo pesquero de Samanco.

En el puerto de Chimbote me “colé” y con la ayuda del exsenador aprista Alfredo Santa María, subí a una chalana para trasladarme a la embarcación militar, la cual ya había sido abordada por parlamentarios y ministros que venían a Trujillo invitados para un foro.

En el trayecto subí a la plataforma del barco y noté que el arquitecto Belaúnde Terry estaba en la proa. Estaba solo, mirando la inmensidad del mar y que en el infinito se unía misteriosamente con el cielo. Ni corto ni perezoso abordé al presidente, sin darle señales que era periodista, para que se “suelte”.

La conversación me sirvió para publicar dos páginas centrales del suplemento dominical del diario La Industria, con información inédita, que ni siquiera los grandes medios nacionales habían difundido hasta entonces.

Testimonio de esa singular entrevista es la fotografía que captó Américo Barriga, que se percató que dialogaba con el arquitecto. Con él habíamos sido comisionados por Grimaldo Luna Victoria (+), director de La Industria, para cubrir información de la inauguración del complejo pesquero de Samanco.

El autor de la crónica Manuel Rodríguez con el entonces presidente Fernando Belaúnde en la proa del BAP Independencia en 1983. (Foto Américo Barriga)

El reportero gráfico Américo Barriga con Belaúnde en la proa del BAP Independencia en 1983. (Foto Manuel Rodriguez con cámara de Américo Barriga)

Este recuerdo viene a mi memoria al recordar este 4 de junio su fallecimiento, hace 20 años, víctima de un infarto cerebral. Su deceso conmovió a muchos, pues se iba a la gloria el líder de la democracia, el estadista, el político que recorrió los rincones más alejados de la patria para conocer su realidad.

El ex mandatario tenía un trato muy cortés, amigable y nada soberbio. Su humanidad la resumió en alguna oportunidad cuando dijo: “La amistad vale más que la gloria”, recogiendo, de esa manera, una sentencia del libertador Simón Bolívar.

Vi por primera vez a Belaúnde en 1961 cuando cursaba el primero de secundaria, en mi natal: Otuzco. Uno de los profesores del colegio “Inmaculada Virgen de la Puerta”, supongo simpatizante de Acción Popular o admirador del arquitecto, nos llevó con el uniforme beige, a recibir al líder demócrata, que por entonces postulaba a la Presidencia de la República.

Los otuzcanos, que en su mayoría simpatizaba con el partido de Haya de la Torre, no tuvieron reparos de recibir a FBT. Me acuerdo bien que mi compañero Germán Gordillo Loyola, parado en un carro, improvisó las palabras de bienvenida y de afecto al ilustre visitante. El padre de Gordillo era distinguido dirigente aprista. “Queremos más escuelas, más colegios…Queremos que usted sea el Presidente del Perú”, fue el mensaje del alumno.

FBT, fiel a su devoción católica, se dirigió también al antiguo templo para saludar a la Virgen de la Puerta, llamada por su belleza la Gioconda de América. En su mensaje ofreció construir el santuario de la sagrada imagen, que había empezado a ser levantado de piedra labrada de las canteras del río Pollo.

Su carisma y verbo me impactó. Aquella vez ni siquiera soñé que muchos años después estrecharía su mano y dialogaría a solas con él por más de 50 minutos en el mar, a bordo del BAP Independencia. Esta fue la tercera vez que veía en persona a Belaúnde. La segunda fue antes, el 10 de Julio de 1983, cuando llegó a la histórica Huamachuco para inaugurar el obelisco en homenaje a los mártires de la batalla de Purrumpampa, librada en la guerra del Pacífico.

Tuve una cuarta oportunidad de volver a ver al “arquitecto de la democracia”, en Julio de 1985, cuando entregaba el mando al electo Alan García Pérez

Fui testigo del don de gente, caballerosidad y simpatía que irradiaba al recibir en el Grupo Aéreo 8 de la FAP a los presidentes extranjeros invitados.

Belaúnde luchó por consolidar la democracia, por el respeto a la institucionalidad y a las leyes, por la libertad de expresión, por una integridad moral, que es uno de los legados más importantes que tenemos que seguir, sin excepción.

El Perú, hace 20 años, perdió al patriarca, al hombre de la bandera, al luchador social, al paradigma de la democracia. El mejor homenaje que podemos ofrecerle es una sincera reflexión para seguir sus enseñanzas, valores y principios para lograr la democracia que aspiramos los peruanos, hoy más que nunca cuando el país, esta sumergido en una grave crisis.

 

 

Manuel Rodríguez



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