CRÓNICA de Manuel Rodríguez/ PEPITO Y EL PAPA JUAN PABLO II

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  • Crónica de cómo un niño discapacitado que burló rígida seguridad papal en 1985

 Manuel Rodríguez Romero

PERIODISTA COLEGIADO

 

El 4 de febrero de 1985 fue un día histórico para Trujillo. El Papa Juan Pablo II, ejemplo de generosidad y de amor por los pobres, llegó a esta antigua ciudad fundada por españoles en el siglo XVI.

Fui testigo de excepción de la visita papal, diría un privilegiado, al estar cerca de él. Lo hice en calidad de periodista del Diario La Industria, acompañado del muy recordado reportero gráfico Jorge Salcedo Rocca (+).

La multitud estaba abarrotada en la Plaza de Armas. Católicos, mayoritariamente del norte peruano, habían llegado por miles a Trujillo para conocer a Juan Pablo II, que tenía un amor especial por los niños.

Lo anecdótico y sorprendente del acontecimiento fue cuando el Papa alzó en brazos a un niño con habilidades especiales, que llegó hasta el Papa Móvil, luego de burlar la severa y extrema seguridad.

Recuerdo que estaba frente al Papa Móvil, frente al Arzobispado, al igual que el “Flaco” Rocca, con su fiel e inseparable compañera, la cámara fotográfica.

Todos esperábamos la salida de Juan Pablo II  de la Casa Arzobispal para trasladarse al Ovalo Papal, en donde debía oficiar más tarde la Santa Misa.

El intrépido niño era Pepito. Así lo llamaban sus amigos a José Correa Sánchez, de once años de edad, que logró inmiscuirse entre la compacta multitud, que pugnaba ver al Papa.

Lo hizo arrastrándose, pues sus extremidades inferiores sufrían de parálisis. Nada ni nadie le impidió cruzar, entre las piernas de la gente, para llegar a primera fila y saludar a Juan  Pablo II. Era casi imposible.

El santo Padre al ver al niño pidió que lo ayudaran a subir al Papa Móvil. Lo alzó en brazos, escena que captada por acuciosos reporteros gráficos. La foto dio la vuelta al mundo, en especial la captada por el “Flaco” Rocca, que fue la mejor y la publicamos en primera página.

Pepito, que ahora debe tener 48 años, había soñado la noche anterior con el Papa. Al amanecer decidió ir a la Plaza de Armas. No le contó  a nadie, ni a su madre, con quien vivía casi en la orfandad en La Esperanza.

Muy temprano, presuroso y llenó de fe, abordó con dificultad un microbús y se dirigió a la ciudad. Esperó sentado largas horas  al pie del monumento a la Libertad. Sólo un milagro haría que se cumpla su sueño. Quería solo una silla de ruedas para ser feliz.

Luego de su audacia, su mente grabó  el momento cuando el Papa lo tuvo en brazos, como expresión de amor a los pobres y marginados. La escena conmovió a muchas personas, que llegaron hasta las lágrimas.

La seguridad papal era rígida. De eso dio fe Jorge Roca, que al pugnar entre la multitud, para abrirse paso y estar cerca al Papa, para las mejores tomas fotográficas, pese a tener su credencial, fue levantado y trasladado súbitamente a otro lugar.

“No se cómo he llegado aquí”, dijo sorprendido el reportero gráfico. Aquella tarde la Plaza de Armas y las calles adyacentes estaban copadas de gente. Se calcula en millón y medio las personas que vieron al Papa Peregrino en su recorrido.

Los miles de fieles al promediar las 4 de la tarde, recién pudieron escuchar el mensaje espiritual.   Al óvalo Papal había llegado la sagrada imagen de la Virgen de la Puerta, Patrona de Otuzco y Reyna de la Paz Mundial, coronada por el legado papal Fernando Cento el 27 de octubre en Trujillo.

 

 

 

Manuel Rodríguez



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