El Haya que yo conocí
Escribe: Blasco Bazán Vera
blascobv@hotmail.com
Tuve la suerte de haber conocido a Víctor Raúl Haya de la Torre, de tratarlo, de jugarme con él y convertirme en un joven que gozó de su amistad.
Me llamaba “Virrey”, en alusión a mi nombre por causa de mi ilustre y recordado compañero Luis Alberto Sánchez, que así me destinó. No había esperanza más grata para mí que esperar ansioso los días jueves para asistir a las clases que el Maestro ofrecía en la “Escuela de Dirigentes” que funcionaba en el mismo local aprista de Alfonso Ugarte de la ciudad de Lima.
Yo iba temprano a estas clases a fin de ocupar un sitio importante del Aula Magna, para verlo de cerca, para grabarlo en mi mente, para aferrar lo que decía y sin pensar que este bendito hombre, también, era mortal.
Sentía que lo que más le agradaba era tratar temas de mitología griega. ¡Cómo se extasiaba!… Explicaba esta temática con profunda solidez y sus oyentes, magnetizados, asimilábamos las enseñanzas que impartía.
Aquellas noches, el Aula Magna, se convertía en una verdadera Escuela de Educación. Víctor Raúl, con certeza resolvía preguntas que le hacíamos y para cada una de ellas había una respuesta, y, lógico, al final de la clase, salíamos plenos y satisfechos.
Algunas veces Víctor Raúl, tardaba en llegar ¿El motivo?, se había encontrado en el patio con el compañero Orestes Rodríguez y se habían enfrascado en una partida de ajedrez.
Nadie perturbaba a estos jugadores. El compañero Orestes, sentado en una maciza silla esperaba que el viejo, (así llamábamos a Víctor Raúl), de pie, con el brazo izquierdo en la cintura y la derecha en su quijada de Titán, meditaba contestar la jugada. De pronto: ¡Mate!… Orestes, había perdido la partida motivo para que Víctor Raúl, gran practicante de este deporte ciencia, diría más tarde en clase, que el Ajedrez también enseña al hombre rechazar el libertinaje, mantenerlo despierto, hacerlo más agudo y aguerrido para enfrentar y resolver los problemas de la vida.
Decenas de preguntas eran expuestas y contestadas con acierto por Víctor Raúl. quién con su voz sonora y su clara inteligencia, demostraba que antes de político era un Maestro. ¡Cómo nos fascinaba y cómo nos educaba! … con profunda sabiduría respondía la pregunta bien planteada y también la impertinente; a las primeras las respondía con la humildad del sabio; a las segundas, con su extremada sencillez.
Recuerdo los múltiples temas abordados: Sociología, Matemática, Filosofía, Literatura y, sobre todo, Historia, destacando los de Mitología Griega que los exponía con soberana claridad de tal manera que muchos de sus oyentes, nos olvidábamos del tiempo y nos molestábamos cuando este se acercaba a través del reloj que marcaría las 12 de la noche y con ello la culminación del coloquio. ¡Cómo nos alimentábamos con su saber!… ¡Con extremada alegría sentíamos nutrirnos con las enseñanzas del Maestro de América y del Mundo!
Confieso que lo mucho de lo que Víctor Raúl sembró en mi persona acrecentó las enseñanzas recibidas en mi hogar y así fui adquiriendo la esencia de ser un hombre de principios y convicciones definidas.
Cómo olvidar sus genuinas instrucciones de:
-“Si sabes poco, aprende, si sabes mucho, enseña”.
-“Joven prepárate para la acción y no para el placer”.
-“En las banderas del aprismo no existe la palabra venganza sino la palabra justicia”
– “Ama Quella”,
– “Ama Sua”,
– “Ama Llulla”,
(No seas ladrón, no sea mentiroso, no seas ocioso), instándonos a no olvidarlo jamás.
Poco tiempo antes de su muerte, una mañana de setiembre lo hallé completamente solo sentado en la butaca de la Secretaría General del APRA, en Trujillo.
Me acompañaba mi esposa Frida Alva Ríos de Bazán y en esa intimidad le interrogué sobre sus recuerdos con César Vallejo y nos explicó los motivos que Vallejo tuvo para construir algunos de sus poemas.
Esta mañana me amplié en recordarle el abundante cebiche que degustó en Huanchaco, a las 3 de la mañana, en casa del c. Hermes Cáceda Mendoza; de la avispa que le picó el pulgar derecho durante un mitin en el distrito de San José, de la Prov. de Pacasmayo; de la visita que hizo a mi casa en San Pedro de Lloc donde reposó un momento en su viaje hacia Cajamarca; de sus clases en la Escuela de Dirigentes de Lima, de cuando yo era su anunciador oficial en los muchos mítines de la Plaza de Armas trujillana y le prometí que algún día yo escribiría un libro sobre la Revolución de Trujillo: promesa que la cumplí. Mi esposa Frida y Yo, nos despedimos del Maestro atestados de alegría con la convicción de haber gozado una vez más la presencia de este hombre bueno.
Confieso que el día que acompañé sus restos al campo santo de Trujillo, fue otro día más triste de mi vida, pues lloré como suelen hacerlo los hombres que lo admiramos; por eso, hoy, en el Día de su cumpleaños y en señal de gratitud, elevo mis preces al Supremo Hacedor pidiendo lo tenga en la mansión de los justos, porque verdaderamente fue un adalid de la justicia social, un recio león, el hombre que cinceló mil aspiraciones y me hizo un hombre libre y de buenas costumbres.
¡Gracias Víctor Raúl!
Tu fiel discípulo